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Juan Carlos García, una vida entre arándanos y frutos rojos

Inés Gago Meléndez. Área de Transferencia y Formación.

Juan Carlos García (Fuentes, Villaviciosa, 1959) se hizo agricultor porque no le gustaban las vacas. “Era la tradición familiar: mi padre era ganadero y cultivaba manzanas. Y yo tenía que elegir entre una de las dos”, cuenta el técnico del Área de Experimentación y Demostración Agroforestal del SERIDA, que se jubilará el próximo año. Porque lo de estudiar no era lo suyo: él lo que quería era jugar al futbol. Pero a cierta edad, viendo que ya no le fichaba el Sporting, el Oviedo, el Barcelona o cualquier otro equipo importante, su padre le dijo que “ya estaba bien de hacer la comedia” y le matriculó en la Escuela de Capataces de Villaviciosa, en la especialidad de Hortofruticultura. Fue un acierto: “A mí ya me gustaba el tema de los frutales, pero ahí terminé de aficionarme”.

Hacia atrás

Cuando terminó los estudios trabajó de “varias cosas”, hasta que salió una oposición para trabajar en el SERIDA, que en aquel momento empezaba a funcionar como Centro de Experimentación Agraria bajo la dirección de Pedro Castro. No se la sacó a la primera, y se tuvo que presentar una segunda vez. En esa ocasión, quedó en el primer puesto y tuvo donde escoger entre ganadería, huerta y frutal, pero aunque le insistieron en que fuera a trabajar con el ganado, se decidió por los frutales, porque recuerda que pensaba: ‘Si claro, con el cariño que le tengo yo a las vacas’.

Al final, se incorporó a un proyecto que estaba desarrollando Manuel Coque, el responsable del programa de Fruticultura, sobre la Introducción del Kiwi y los frutos rojos en la Cornisa Cantábrica. Fue en septiembre del año 1988. “De aquella, había alguna pequeña parcela, pero a nivel comercial no había nada. Estaba la parcela de arándanos de Tineo, que es la más vieja de España y donde se empezaron a hacer unos ensayos y no había más”.

En esos primeros años, los estudios iban dirigidos a desarrollar el cultivo, a seleccionar las variedades más adaptadas para la región y perfeccionar las técnicas de cultivo, y se trabajó en todo tipo de cuestiones, como la técnica de multiplicación del arándano, que era por esqueje, los ensayos de rendimientos o la introducción de otros pequeños frutos como mora, frambuesa y grosella.

Guarda con mucho cariño esas primeras experiencias, especialmente por la persona que le dirigía: “Trabajar con Coque era una suerte. Era una persona que técnicamente sabía muchísimo, y que humanamente era increíble. Bueno, y lo sigue siendo. Y no lo digo yo solo, sino todos los que trabajamos con él en aquella época”.
 

Fotografía del periódico La Nueva España del homenaje que le realizaron a Coque tras su jubilación.

 

La evolución del cultivo y la jubilación de Coque

Sin embargo, la línea de investigación relacionada con los pequeños frutos se detuvo. Por un lado, Coque se jubiló, y por el otro, los productores no terminaban de lanzarse a la aventura comercial, aunque parecían interesados. El problema para los agricultores era la “falta de estructura comercial” para dar salida a los pequeños frutos: “En Asturias no había grandes producciones hortofrutícolas. Se producía leche, hierro y carbón. Y ya”. No había formas de hacer exportaciones a Europa, que era donde se consumían más arándanos en aquel momento, ya que en España todavía no tenían la fama que han adquirido a día de hoy: “Cuando la gente me preguntaba dónde podía venderlos, y yo se lo decía, la cadena se cortaba y se les quitaban las ganas”.

Huelva adelantó por la derecha, pese a que en Asturias hubo plantaciones primero. “Para ellos, era más fácil porque ya cultivaban fresa; tenían los canales de exportación y la estructura logística. Por la vía de la fresa, empezaron a meter el arándano, la frambuesa y el resto de frutos rojos”, indica. Ante esa situación y viendo el crecimiento exponencial del consumo a nivel europeo, se constituyó una sociedad llamada Asturian Berries S.L., que dotó de estructura comercial a la venta del arándano en Asturias y facilitó las exportaciones. Fue en el año 2005 y estuvo más de 17 años funcionando, hasta que en 2019 se disolvió, con un concurso de acreedores de por medio. La aventura “acabó mal”, pero fue “la semilla” que hizo germinar, definitivamente, el cultivo de pequeños frutos en la región.

Paralelamente, unos años después, también surgió una de las actividades que, año tras año, pone a Villaviciosa en el mapa: el Festival del Arándano y Frutos Rojos. “Fue una iniciativa mía, que propuse al Ayuntamiento de Villaviciosa en varias ocasiones pero no prosperó hasta que llegó el actual alcalde, Alejandro Vega. Era el momento oportuno y teníamos elementos suficientes para lanzar el Primer Festival de los Frutos Rojos: no había ninguno en España y Villaviciosa era el municipio con más hectáreas de arándanos en Asturias. Le gustó la idea y ese mismo año ya lo hicimos”, relata Juan Carlos. La primera edición se celebró en julio de 2016. Actualmente ha evolucionado tanto que es considerada como una “cita obligada” en el verano asturiano.

Injerto de arándano

 

Otra de las grandes aportaciones de Juan Carlos al mundo del arándano fue el de la invención de la técnica del injerto en arándano. “¡No en vano quedé bronce en la Olimpiada de injertadores de Cantabria, Galicia y Asturias, organizada por el Festival de la Manzana (del Ayuntamiento de Villaviciosa)!”, bromea, recordando su etapa de estudiante. Fue en torno al año 2000 cuando la empezó a poner en práctica: “Hasta ese momento, no hubo necesidad. Pero cuando surgieron nuevas variedades y hubo que hacer un recambio varietal, empecé a darle vueltas”. De hecho, tiene las plantas de arándanos injertadas más antiguas del mundo, que llevan produciendo desde el año 1995.
 

Una mirada al futuro

El Festival, al igual que el cultivo del arándano y los frutos rojos en Asturias, ha ido creciendo. Desde ese primer proyecto que inició Coque, donde por más que buscaron no fueron capaces de encontrar una finca colaboradora de una hectárea, hasta ahora, que hay más de 200 hectáreas plantadas, el panorama ha cambiado mucho. Y también los propios productores. Y tienen que seguir evolucionando si quieren hacer frente a los nuevos retos de este siglo, como la globalización o el cambio climático.

Juan Carlos García en la explotación de arándanos plantada en 1986.

“Yo, la verdad, les veo un buen futuro en Asturias tanto al arándano como al resto de frutos rojos, incluida a la fresa”, señala Juan Carlos. Para ello, tiene que modificarse “el punto de vista” de muchos agricultores: “Esto avanza muy rápido. En los últimos diez años, todo evolucionó una barbaridad, sobre todo en el tema de las variedades. Estuvimos trabajando hasta el año 2000 con variedades muy viejas. Pero el mercado ya no las quiere, y no queda más remedio que acometer un recambio varietal”, indica. Y esa evidencia que él tiene tan clara, no pone a todos los productores de acuerdo, especialmente a aquellos que han renovado sus plantaciones hace poco.

Sin embargo, según explica Juan Carlos, hay formas de hacerlo con menor coste económico, como, por ejemplo, utilizando la técnica del injerto. Aunque también esto choca con el obstáculo de los royalties: “Casi todas las variedades nuevas tienen royalties por parte de una empresa o entidad y, si no tienes el permiso, no se pueden hacer. Hay muy pocas variedades libres, que son las que se pueden plantar”. Pero, además, en Asturias está la problemática del territorio: “Aquí, la superficie cultivada buena está, mayoritariamente, en manos de ganaderos. Hoy en día, para hacer viable el cultivo del arándano y otros pequeños frutos, para que un agricultor pueda vivir de ello, se necesitan como mínimo tres o cuatro hectáreas”.

En contrapartida, reconoce Juan Carlos, el cultivo del arándano en la región ha sufrido una profesionalización progresiva muy grande: “Hace 30 años era inviable que hubiera las plantaciones que tenemos ahora. El arándano es uno de los cultivos más tecnificados que existen. Se está haciendo, la gente está trabajando para ello, pero lleva un tiempo porque, quitando la manzana de sidra, no había una amplia tradición frutícola”.

Además, tiene un nicho de mercado “muy bueno”: “A principios de los 2000, se apostó por variedades más tardías para cubrir los períodos en los que no había fruta; por septiembre y octubre. Hubo unos años que nos fue bien. Pero con este cambio tan brutal que hubo ahora gracias a la mejora genética, se empezó a cultivar en otras zonas del mundo que producen en esa misma fecha; llega fruta de muy buena calidad y a precios muy competitivos”.

Sin embargo, fuera de lo que puede parecer, ha sido un cambio positivo. Porque ahora, según explica el técnico, el mejor momento para cosechar son los meses de junio y julio, que es “cuando se puede producir más barato”. “De la temporada que antes estábamos huyendo, es donde tenemos que ir ahora, porque, de todo el año, es donde menos oferta hay”. En Sudamérica ya no pueden producir con garantía porque es invierno, Huelva y Marruecos están terminando con su cosecha y los países del este todavía no han empezado. “Es el hueco que podemos aprovechar y el más natural para nosotros, con mejor calidad de fruto y con menos problemas de plagas”.

También, hablando de futuro, le gustaría que el trabajo con los frutos rojos, por la importancia que han ido adquiriendo en Asturias, continúe en el SERIDA cuando el ya no esté. “Yo creo que esta línea de los arándanos se debería potenciar cada vez más. Tenemos mucho camino andado; el SERIDA fue y es centro de referencia nacional”, concluye.

Además, cree que todavía quedan muchas cuestiones que investigar desde enfoques muy distintos. “Mismamente, el estudio que ahora mismo estamos llevando a cabo nos está dando una información muy buena; hay variedades que se adaptan perfectamente a Asturias, con muy buenas producciones”. Se refiere al proyecto “Berries”, dentro de Agroalnext, que hace en colaboración con sus compañeros Guillermo García, Marta Ciordia, Moisés Fernandes y Silvia Baizán y en el que se está probando el comportamiento en las condiciones climáticas asturianas de las variedades que se cultivan en el sur de la península. Otros compañeros del Programa de Genética Vegetal del SERIDA, trabajan además en la recuperación de otras variedades de arándano y en la mejora del fruto.

Respecto a su proyecto de adaptación de nuevas variedades, dice, todavía quedan un par de años para tener unas conclusiones definitivas. Sin embargo, hay una cosa que tiene clara: el futuro de Asturias en Fruticultura también pasa por el cultivo de los pequeños frutos y el kiwi.
 

 

Ficha Bibliográfica
TítuloJuan Carlos García, una vida entre arándanos y frutos rojos
Autor/esInés Gago Meléndez. Área de Transferencia y Formación.
Año Publicación2023
Área

Transferencia y Formación.

Revista/SerieTecnología Agroalimentaria. Boletín del SERIDA.
ReferenciaNº 28. Pgs 32-35
FormatoEntrevista
Depósito LegalAs 2617/1995
ISSN1135-6030
ISBN
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